La
carta náutica es el resultado de un proceso que comienza con unos apuntes de la
costa divisada desde la cubierta de un barco y finaliza con la impresión de una
imagen terminada y comprensible por el consultor.
Los tres estados de una carta náutica son: el borrador o levantamiento
científico levantado por el cartógrafo; la plancha de cobre, en la que se graba
el mapa una vez dibujado por completo y, por último, la estampa del mapa de
tinta sobre papel para ser utilizado en hoja suelta o bien, para ser incluido
en la publicación de un atlas.
Así pues, se partía de un borrador previo levantado
por un cartógrafo. Después, se hacía el dibujo en lápiz o tinta tallando trazos
en profundidad con instrumentos punzantes sobre una lámina metálica pulida,
principalmente de cobre -esto fue hasta el siglo XIX-. Por último, se
introducía tinta en los surcos, se limpiaba el resto de la superficie y se
colocaba la lámina en una prensa especial de rodillos, denominada tórculo. En
este momento, el papel humedecido absorbía la tinta de los surcos y reproducía
la imagen de la lámina. Este proceso de grabado en metal era, además de
complejo, muy costoso por el alto precio del cobre de las planchas, lo que
hacía que las tiradas fueran limitadas.
Del conocimiento práctico de las costas próximas,
recorridas puerto a puerto, se pasó a la conquista del mar abierto y sobre sus
aguas se trazaron caminos que fueron utilizados para acercar mundos y unir
civilizaciones. Este universo en expansión pronto necesitó una representación
gráfica de las rutas que otorgara el dominio y el poder sobre los mares. “Sería impensable –en
palabras de José María Moreno Martín- un mundo sin mapas puesto que
proporcionaban una prueba tangible y auténtica de dominio y poder”. A
lo largo de la Historia, la propiedad del mapa daba fe de la “posesión del espacio que representaba y
el cartógrafo, a las órdenes de quienes gobernaban, les otorgaba el poder a
éstos a través de un código de signos y normas sobre el papel que, a fuerza de
repetirse se convirtieron en comunes, universales y, consecuentemente,
aceptados por la totalidad de las naciones”.
Nota.-
En la imagen que ilustra esta página, grabado del siglo XVIII, representando el
trabajo en una antigua imprenta.
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